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Leer másEl fallecimiento hace pocos meses de Silvio Berlusconi, ex primer ministro italiano y uno de los principales magnates del sector televisivo europeo de las últimas décadas, puede abrir una fase de cambios en la industria de los medios. Al menos, así se atisba en el mercado. En España, los movimientos en el grupo Mediaset parecen ir en esa dirección, pero la sombra alargada del berlusconismo que durante tantos años se ha instalado en la televisión parece difícil de erradicar de un día para otro.
El término «berlusconismo» es un neologismo italiano que encapsula la intrincada mezcla de política, entretenimiento y dominio mediático que caracterizó la carrera de Silvio Berlusconi.

Esta estrategia fusiona la relación directa con las masas, el uso ingenioso de los medios de comunicación y una astuta habilidad para mantener el control del mensaje político. El Berlusconismo mediático es un intrigante ejemplo de cómo la política y el espectáculo se entrelazan en la era moderna.
Uno de los leitmotivs de la comunicación de Berlusconi fue la técnica retórica de la repetición. Consistía en elegir conceptos, lemas y palabras clave y repetirlos de manera constante en el tiempo.
Esta estrategia tenía como objetivo tanto la memorización a largo plazo como la persuasión de la audiencia, modificando su actitud hacia los conceptos repetidos.
El berlusconismo mediático fue una especie de alucinación colectiva que envenenó la percepción televisiva. Durante un cierto período, desde finales de los noventa la televisión italiana se convirtió en un escenario surrealista. Chicas flacas eran utilizadas como objetos de distracción, políticos se convertían en periodistas y viceversa, y los ejecutivos de televisión rotaban entre Mediaset y la Rai. Se crearon campañas de comunicación insistentes y astutas. Y, sobre todo, Berlusconi estaba en todas partes, como una figura omnipresente en la cultura mediática.
El éxito de Berlusconi en la televisión se basó en la progresiva demolición de la integridad y la honestidad intelectual. A través de estrategias como la colocación de figuras leales en puestos clave, la construcción de una imagen paternalista y sexualizada de la mujer, y la creación de programas atractivos intencionalmente llamados de “entretenimiento·, Berlusconi logró mantener a la audiencia cautiva y vender la ilusión de una sociedad moderna y rica.
El impacto del berlusconismo se extendió más allá de las fronteras italianas como hemos visto en España, pero aún con cierto sentido común no siempre con éxito. En Francia, su intento de exportar su modelo de televisión fracasó, y La Cinq, su canal, finalmente cerró después de acumular deudas y luchas financieras y jurídicas.
Berlusconi fue un showman consumado que se presentó como un modelo absoluto, líder de la familia y de la nación. Su carisma y habilidades de comunicación lo convirtieron en una figura influyente y controvertida en la política y los medios.
La estela del berlusconismo mediático ha dejado una profunda huella en la televisión y la política europea. Sin embargo, incluso del berlusconismo, la audiencia parece agotada. Hoy la industria televisiva se enfrenta a cambios, y el legado de Berlusconi es parte de la conversación en este nuevo capítulo.
En la actualidad, se observa un cierto descrédito hacia este tipo de televisión y su evolución. Incluso aquellos que se beneficiaron de ella parecen renegar y avergonzarse.
No es menos cierto que Berlusconi consiguió una hegemonía en los medios de comunicación, llevando el poder de la imagen a nuevos niveles, convirtiendo la política en un espectáculo y liderando la irrupción del video-poder en la sociedad. Todo esto no habría sido posible sin la complicidad de numerosos actores en este escenario mediático.
Cristina Grao
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